El Educador de Calle trabaja o interviene con lo que llamamos «población de o en riesgo» tiene unas características que necesitan respuestas desde la educación no formal:

- Abandono del sistema educativo por desmotivación, frustración...
- Desajustes familiares con desestructuración a nivel personal.
- Dificultades para encontrar alternativas al ocio.
- Trabajo en precarias condiciones, dificultad para integrarse en el mercado laboral normalizado,...
- Conductas adictivas. Abandono afectivo.
- ...






Todos somos responsables de buscar soluciones a estos problemas. Con una metodología participativa se pueden dar respuestas a las necesidades sociales y a la marginalidad, en la que se impliquen todos los agentes de la comunidad: movimientos sociales, centros, voluntarios, profesionales, población y, por supuesto, Educadores de Calle. Todo ello tendrá que contar con el reconocimiento social y económico del Estado, apostando más por políticas de desarrollo de la sociedad civil que por el mero asistencialismo.

Las instituciones que tradicionalmente realizaban trabajo social con jóvenes eran poco eficaces, o sólo intervenían cuando ya era demasiado tarde, cuando las situaciones problemáticas eran evidentes. Incluso estas instituciones no eran capaces de acercarse de manera efectiva a determinados jóvenes y grupos, sobre todo porque no sintonizaban con sus inquietudes y necesidades.

Hasta ahora existía una trayectoria de trabajo de este tipo de Educador enfocada especialmente a las tareas preventivas con niños y jóvenes en barrios, talleres ocupacionales, centros abiertos, etc., como un animador de la acción social que actuaba desde el movimiento asociativo, pero nuevas realidades están reclamando su intervención en otros campos donde se nota su carencia, sobre todo porque puede desempeñar un rol de cercanía y acompañamiento que difícilmente podrían ejercer otros profesionales. Nos referimos a formar parte de equipos en proyectos de acción con drogodependientes, prostitutas, minorías étnicas, inmigrantes, etc. a través de programas de metadona, disminución del daño, incorporación social, higiene y salud, garantía social,...

Es importante el papel de la educación de calle como instrumento necesario en la intervención educativa con todos estos colectivos. Los y las educadoras de calle son, con frecuencia, las únicas personas adultas «significativas» a quienes pueden dirigirse los jóvenes y otros colectivos cuando se encuentran con problemas, situaciones y conflictos difíciles.

El Educador de Calle -o Educador en Medio Abierto como se le comenzó a llamar en Francia-, a diferencia de otros profesionales, sale al medio propio donde están los destinatarios de los programas, hace de ese medio abierto su lugar habitual de trabajo, crea relaciones individuales y grupales, se acerca a los que nunca utilizan los recursos, sirve de referencia a unos, optimiza todo el conjunto de dispositivos comunitarios públicos o privados, responde al principio concreto de educarnos en la calle y sirve además de complemento al trabajo de otros técnicos.

El beneficio social y económico queda patente por la atención que se presta a determinados colectivos que difícilmente acceden a otros sistemas de atención, por los procesos de cambio que se generan, por la propia implicación y eficacia cualitativa del Educador y porque en el trabajo social las relaciones deben ser horizontales y de promoción para conseguir verdaderos cambios.

El Educador trata de que las vivencias que acumula el joven puedan ser positivas y sirvan de bagaje para su futuro adulto. Y lo hace desde esos espacios significativos, los ámbitos, los tiempos y las actividades donde ellos están y hacen: Rincones, calles, centros culturales, bares, asociaciones... Para que el joven se mantengan en una entorno educativo harán falta delegados educativos que acompañen, apoyen, sugieran, hagan de puente, etc. Si no se potencian este tipo de medidas de atención es fácil que muchos jóvenes tengan dificultades especiales en el proceso de incorporación social, con lo que el conflicto se agudizará todavía más.

La función del Educador será siempre la de incitar, apoyar el proceso de transición, socializar, contribuir a la adquisición de la autonomía, etc., sin necesidad de vigilar, proteger, disponer, tutelar... Sabe que «estar» entre los jóvenes ayudará a «hacer» comunidad. Cabría decir lo mismo si los destinatarios son otro tipo de individuos que atraviesan especiales dificultades.

Cada día son más las instituciones, administraciones públicas y asociaciones que cuentan en sus plantillas en el campo de lo social con educadores de calle, lo que permitirá sin duda clarificar progresivamente sus funciones. Es difícil aunar criterios para perfilar de forma concisa la complejidad de tareas que puede tener este educador, a la vista de la cambiante realidad social que aconseja adaptaciones rápidas y acomodaciones que exige el nuevo entramado que forman los grupos de su práctica.

Como tareas que forman parte de su quehacer diario podemos destacar:

- La detección de las dificultades sociales y sus causas.
- Relacionarse con las instituciones.
- El diálogo con los destinatarios.
- La reeducación e intervención para la mejora de las relaciones interpersonales.
- La organización de la vida cotidiana en el ámbito individual y grupal.
- La animación grupal y comunitaria.
- La formación, información y orientación.
- Provocar la toma de conciencia de los problemas, generando cambios de actitudes.
- Favorecer el proceso de integración social.
- La capacitación en habilidades que permitan una mayor independencia.
- La prevención de otras circunstancias de riesgo que puedan desencadenar marginación social.
- El análisis de las demandas individuales y sociales y la generación de respuestas que provoquen un crecimiento personal y grupal.
- La derivación de propuestas hacia otros servicios (asociaciones, organizaciones, instituciones) y seguimiento de las mismas, etc.
- Concienciar a la comunidad para la búsqueda de soluciones y alternativas a sus problemas.
- La animación a la participación en tareas comunitarias.
- ...

Las áreas sobre las que interviene directamente el Educador son la familia, la escuela, el tiempo libre, las relaciones y la salud. Para desempeñar este encargo social el Educador deberá tener una serie de capacidades o competencias, un cierto talante que le habilite para realizar tareas que incidan positivamente en el proyecto para el que trabaja. Algunas de esas habilidades son propias pero otras deberá adquirirlas a través de la experiencia, la formación, el contraste de ideas, etc.

El complejo rol de Educador exige una preparación flexible y heterogénea y unas cualidades personales determinadas para poder dar respuestas a las situaciones diarias que se presentan en el ejercicio de su profesión. A pesar de que es una profesión nueva e innovadora, a la que se suman cada vez más jóvenes adeptos y personas con un alto grado de preparación, no quedan dudas de que su razón de ser estriba en la necesidad de personajes competentes para maniobrar y revolver conflictos y graves problemas que genera la sociedad actual.

Antes de ejercer como tal, el Educador de Calle debe conocer, entre otras:
-Las motivaciones que le impulsan a elegir esta profesión.
-Lo qué significa ser Educador de Calle.
-Los destinatarios de su trabajo.
-Las dificultades que encontrará.
-La metodología de intervención.

La preparacion de este educador debe ser variada y amplia en conocimientos y recursos para poder intervenir de forma eficaz: es conveniente que tenga al menos nociones sobre psicologia, marginacion, inadaptacion, interculturalidad, sexualidad, violencia de genero, malos tratos, drogodependencias, alcoholismo, juegos, dinamicas...


Perfil del Educador de Calle

La mayoría de las experiencias conocidas sobre la intervención del Educador de Calle surgen a través de asociaciones y grupos que, con una conciencia antiinstitucional, se aproximan directa y humanamente a los jóvenes marginados e inadaptados. Experiencias de este tipo las encontramos en varios barrios de Barcelona, Córdoba y La Rioja; las primeras promovidas por sus respectivos ayuntamientos y en la última por el Movimiento Pioneros. Fue este Movimiento quien, por primera vez, desarrolla tareas educativas directas en 1968 en el Barrio de Yagüe -La Rioja-, dando lugar a la profesión de Educador de Calle, que en Francia ya se denominaban Educadores en Medio Abierto.

El Instituto de Reinserción Social de Barcelona (IRES) también inició en 1975 una experiencia en el Barrio de El Carmelo por espacio de tres años; después de lo cual extendió su acción a otras zonas, llegando a ejercer esta tarea reeducativa sobre 850 jóvenes con seis equipos de Educadores de Calle.

Para aproximarnos a lo que es el Educador de Calle, podríamos definirlo como:
- Un profesional que recorre calles, bares, campos de juego, rincones... en busca de chavales a los que ofrecer amistad, ayuda, apoyo, vivencias, alternativas...
- Un profesional que es crítico con la sociedad.
- Un adulto cualificado que sirve de referencia a niños y jóvenes, poniendo a su disposición los medios necesarios para que pueda concienciarse de su situación personal y del entorno. Para ello también implica a la familia y al barrio.
- Un Educador social de medio abierto cuyo objetivo son los adolescentes y jóvenes con problemas de inadaptación social, marginación, delincuencia y predelincuencia, utilizando la pedagogía de la relación.
- Una persona con vocación solidaria por los niños y jóvenes menos favorecidos que tiene una tarea educativa no formal.
- Una persona que se integra en el tejido social de un barrio y en su dinamismo transformador.
- Una persona que educa por contacto, que inicia caminos inéditos con el chaval para hallar las respuestas más convenientes.
- Un profesional sin horarios, porque las intervenciones educativas se desarrollan con más facilidad en los momentos de ocio.



En las V Jornadas Nacionales sobre Inadaptación Social y Recuperación de Menores que se celebraron en Madrid los días 10, 11 y 12 de Marzo de 1983, se definía al Educador de Calle como:

«Un trabajador social, cuyo marco de trabajo es fundamentalmente la calle, por ser éste un ámbito esencial de socialización al que no llegan las instituciones. Su acción educadora va dirigida a los niños y jóvenes con problemas de inadaptación social con los que lleva un tratamiento a la vez personal y grupal. Es un adulto que sirve de punto de referencia e identificación al menor y es testigo de la realidad de éste. Su función es facilitarle los medios necesarios para que pueda tomar conciencia de sí mismo y de su situación en el entorno y atender sus demandas más urgentes a todos los niveles, utilizando para ello todos los recursos existentes en la comunidad. Es un punto de conexión entre los jóvenes inadaptados y la comunidad».

Faustino Guerau de Arellano, que es uno de los protagonistas de la Educación Especial en España y cofundador de los Colectivos Infantiles del Ayuntamiento de Barcelona y de la Escuela de Educadores Especializados Flor de Mayo de la Diputación de esta misma ciudad, define al Educador de Calle como:

«Un ciudadano intencionadamente preparado para apoyar procesos evolutivos de niños y adolescentes que tienen especiales dificultades para instalar su vida en áreas aceptables de personalidad individual y colectiva y que, por razones histórico-sociales, realiza este servicio sobre todo en el espacio calle».

Si decimos que el Educador es una persona con vocación y con opciones claras por las más vulnerables, entonces podemos también formular lo qué no es un Educador de Calle:
- Una persona que busca un puesto de trabajo, aunque tenga derecho a vivir de su tarea.
- Un profesional aséptico, distante y multipreparado.
- Un «plasta».
- Un paracaidista que, solitario y sin miras de continuidad, se deja caer en un barrio del que no se siente parte integrante.

Por tanto, el Educador de Calle, será una persona que se implica y complica, porque:

- Actuará como elemento catalizador entre el barrio y el joven.
- Tendrá que introducirse en el mundo del chaval, asumiendo su propia cultura y su problemática.
- Será elemento creador en todos los aspectos: juegos, diálogos, actividades...
- Acogerá las demandas de los chavales-as y las interpretará.
- Hará de referencia tiempo-espacio.
- Se pondrá en contacto con las diferentes instituciones del barrio con el fin de dar a conocer abjetivamente la problemática de los menores y jóvenes y encontrar pautas y salidas válidas.
- Será elemento activo en la vida del barrio, participando en las reivindicaciones de éste y con la idea de que sólo cambiando al barrio cambiarán las gentes que en él viven.
- Realizará una educación divertida, sacando recursos pedagógicos de cualquier lugar, sobre todo de la vida diaria. No precisa muchos recursos materiales. La vida de los chavales es fuente de experiencias y aprendizaje.
- Ha de ser imaginativo, descolocante, responder con patrones de conducta no habituales, pero con seguridad, cariño, firmeza y flexibilidad. Los chavales están acostumbrados a que se los miren de una determinada manera y a unas formas concretas de reaccionar ante su violencia verbal, sus chantajes morales y sus demandas. Cuando se encuentran con otro tipo de respuestas no violentas les descoloca, y si encima se ponen más agresivos y sigue sin haber espiral de violencia, la sorpresa es aún mayor.


 


Este profesional de intervencion en medio abierto, incide en unas realidades concretas dentro de unos contextos y ámbitos especiales, valiéndose de unos tácticas metodológicas ajustadas a cada caso en particular.

Esas realidades pueden ser:

- Problemas de toxicomanías en jóvenes.
- Exclusión social por razones de raza, economía, cultura...
- Absentismo escolar, dificultad en el acceso a la cultura, delincuencia...

Los contextos de intervención son:

- Calles, parques, esquinas y plazas.
- Salones de juego, bares y lugares de reunión y ocio juvenil.
- Entidades vecinales y juveniles, centros infantiles...

La metodologia se basa en:

- La demanda implícita o explícita de su intervención a instancia de personas, grupos, profesionales, entidades de Servicios Sociales, escuelas, etc.
- La observación normalizada y sistemática para detectar y analizar los problemas.
- Identificación de las necesidades que puedan necesitar de su intervención.
- El diagnóstico de la situación evidenciada. Deberá conocer la población y los niveles culturales, socioeconómicos, laborales, sociales, etc. que corroboren su diagnóstico.
- Los objetivos que se propone para mejorar la situación.
- La elección del método, los niveles de intervención, las estrategias y los recursos precisos adecuados a cada realidad.
- Los criterios para la evaluación (indicadores, tiempos, métodos, recursos).
- La coordinación que debe establecerse con otras entidades, equipos, etc. que incidan en el mismo ámbito.
- La evaluación con el propio equipo de trabajo.

El Educador de Calle es una persona de referencia en un entorno carente de modelos educativos, que usa el contacto directo y humano en el ambiente que viven las personas objeto de su intervención, que promueve cambios significativos tendentes al crecimiento autónomo de la persona y su incorporación a la red social sin traumas.

Para desempeñar el encargo social el Educador deberá tener una serie de capacidades o competencias, un cierto talante que le habilite para realizar tareas que incidan positivamente en el proyecto para el que trabaja. Algunas de esas habilidades son propias pero otras deberá adquirirlas a través de la experiencia, la formación, el contraste de ideas, etc.


Los Educadores de Calle apostamos por la prevención.

¿Por qué hay tantos chavales en la cárcel? ¿Por qué existe una delincuencia cada vez más frecuente y en edades tempranas?

No existe una única razón para explicar la delincuencia, más bien se trata de una espiral de donde emergen múltiples factores entrelazados:

1) El empeoramiento de las condiciones sociales de vida produce un aumento de los delitos, como consecuencia de la inseguridad económica y la falta de recursos, dándose respuestas agresivas.

2) La delincuencia es una consecuencia de una sociedad mundial donde se prima el “tener” antes que el “ser”, donde se es más cuando se tiene más. Es la consecuencia del mito del bienestar.

3) La sociedad se defiende del delito creando mecanismos de miedo que generan nueva delincuencia: miedo a la calle, miedo a la vida, miedo al futuro...

4) La sociedad se defiende creando una imagen deteriorada del delincuente, presentándolo como un monstruo más que como una persona humana.

5) La sociedad se defiende creando mecanismos de castigo. Las cárceles no funcionan, siendo generadoras de delitos. Son los porcentajes de reincidencia los que ponen en cuestión la capacidad regeneradora de las prisiones.

La delincuencia o se reprime o se previene. Creo que solamente a través de la prevención es posible ir disminuyendo el alarmante aumento de nuevos delincuentes. Estamos absolutamente en contra del delito, pero queremos intentar encontrar las causas profundas de la delincuencia, no negando nunca la posibilidad de cambiar.

¿Cómo acabar con la delincuencia: creando más policía como algún político ha gritado? ¿Abriendo más cárceles y reformatorios para niños “especiales”? ...

Es preciso:

1º Llegar a conocer las raíces de todo lo que ocurre en los barrios, fomentando las asociaciones y la coordinación entre la Administración y las iniciativas privadas.

2º Un cambio en la política cultural y social, donde los ayuntamientos sean los primeros en preocuparse por los problemas de sus ciudadanos, dando y dejando de malgastar los bienes públicos en “campañas de imagen”.

3º Soluciones alternativas a las cárceles y a los reformatorios, con la presencia en los barrios de adultos cualificados (Educadores/as de Calle), apoyados económicamente y con libertad de movimientos.

Desde esta pequeña experiencia (catorce años en barrios) he visto como la delincuencia se da en jóvenes de e stratos sociales bajos, carentes de educación y de medios, jóvenes que crecen en ambientes hostiles: desavenencias familiares, padres alcohólicos, niños al que les falta el calor y al protección , niños que trabajan en la economía sumergida o deben cuidar a sus hermanos más pequeños, separación de los padres y malas compañías que conducen por caminos delictivos.

Se necesita de la colaboración de una sociedad que no solo sea crítica, sino que denuncia las situaciones injustas de los menores y apoye conscientemente a todos los que trabajan con chavales y jóvenes de nuestros barrios, esos jóvenes de mirada perdida, de cultura toninegra y de mal aspecto... a quienes cada vez se les tiene más miedo.

http://educacionnoformal.jimdo.com


Los objetivos educativos dependerán de las prestaciones de la institución a la que pertenece, del sector de población atendida, de la problemática, del rol que esté dispuesto a asumir (concepto de sí mismo, visión de la realidad, filosofía de vida, implicación...), etc. De poco servirán unos objetivos ideales cuando no estamos prepa-rados ni convencidos para llevar a buen término lo que planeamos sobre la mesa de reuniones.

Teniendo en cuenta las características propias del Educador podemos hablar de objetivos que marcan su identidad:

- Trabaja sobre todo por las personas menos favorecidas, con dificultades para desarrollarse con plenitud en una sociedad que les rechaza o ignora.
- Enfoca su acción desde el ámbito de barrio, con carácter comunitario, de participación y desarrollo.
- Adquiere el compromiso social de lucha por la justicia y la igualdad.
- Busca el progreso humano en todas sus facetas y no el mero asistencialismo.
- Utiliza la calle como medio de contacto y convivencia cualificada, apoyándose en los recursos comunitarios para favo recer la integración normalizada.
- Se preocupa por la problemática social y educativa que afecta sobre manera a menores y jóvenes, pero atendiendo todos aquellos grupos que tienen especiales dificultades para el acceso a los bienes culturales, educativos, de empleo, ocio, relacionales...
- Desarrolla la conciencia crítica y el compromiso social.
- Motiva para la participación.
-l Promueve estilos de vida que favorezcan la salud bio-psico-social.

Desde ese conocimiento de las carencias y necesidades y de su implicación surgirán funciones que conformarán su quehacer diario. El bagaje teórico, su experiencia, compromiso, reflexión, su concepción de la vida.... serán algunos de los elementos que dibujarán su perfil profesional como Educador.


El negocio de la delincuencia

La conducta de los jóvenes delincuentes (aunque prefiero llamarles inadaptados, dada su connotación con el concepto jurídico de delito) tiene uno de sus orígenes en los ambientes familiares del que proceden. Los modelos de conducta antisocial que aparecen en la adolescencia tienen a perseverar en la juventud cuando los padres o los amigos también manifiestan ese tipo de conductas. Los jóvenes delincuentes suelen tener dificultades personales y sociales debido a su entorno cultural, social y laboral y a las relaciones inadecuadas que mantienen. Sus historias familiares son deficientes, han conocido el fracaso escolar y han tenido por compañía a otros jóvenes con la misma problemática. No podemos olvidar que el joven desadaptado busca precisamente su adaptación (como todo hombre) a ese entorno en el que vive; pero cuando ese entorno no es considerado como de normalidad, entonces su conducta será tipificada como delincuente e ilegal. El criterio jurídico de normalidad considera anormal o desviado a todo aquel que ponga en peligro las estructuras sociales.

Es necesario buscar refuerzos en el entorno de estos jóvenes que les ayuden a adquirir unos comportamientos correctos, reduciendo así su conducta agresiva.

Sin la ayuda, el apoyo y la seguridad que puede proporcionar una familia normalizada, estarán propensos a cometer actos delictivos. Las actuaciones preventivas han sido casi inexistentes, y aún hoy pueden considerarse rudimentarias.

Se crea todo un sofisticado sistema penal pero no se estructuran medidas destinadas a hacer frente a los comportamientos desadaptados. Existen psicólogos, asistentes sociales y educadores en las cárceles, pero no se ponen en funcionamiento medidas preventivas en los barrios, no se crean centros sociales y recreativos para los jóvenes, no se les proporciona empleo. No se interviene cuando el menor está en peligro, sino cuando es un peligro para la sociedad, estigmatizados todavía más a los chavales a través del aparato judicial y los reformatorios, sin ofrecerles alternativas adecuadas a su situación. Muchos chavales acaban asumiendo así su rol de “malos” y se especializan en su comportamiento desadaptado.

Los Educadores de Calle, entre otros agentes preventivos olvidados por la clase política, pretenden reducir y prevenir la delincuencia manteniendo relaciones con refuerzo mutuo, compartiendo el ocio y el juego, mostrando interés por los chavales, animándoles, buscando juntos soluciones a sus problemas. Y todo ello desde la presencia física y la cercanía, en sus calles y barrios, y no desde despachos acomodados desde donde se está pretendiendo institucionalizar la delincuencia como un “negocio” rentable para abogados, psicólogos, empresas de seguridad, asistentes sociales, carceleros y un sinfín de profesionales del tinglado burocrático; sin contar a los que manejan el monopolio del terror con la droga y la prostitución.

Reivindicar una mayor calidad de vida para todos pone nerviosas a muchas personas.

Educadores de Calle


Las instituciones que tradicionalmente realizaban trabajo social con jóvenes eran poco eficaces, o sólo intervenían cuando ya era demasiado tarde, cuando las situaciones problemáticas eran evidentes. Incluso estas instituciones no eran capaces de acercarse de manera efectiva a determinados jóvenes y grupos, sobre todo porque no sintonizaban con sus inquietudes y necesidades.

Hasta ahora existía una trayectoria de trabajo de este tipo de Educador enfocada especialmente a las tareas preventivas con niños y jóvenes en barrios, talleres ocupacionales, centros abiertos, etc., como un animador de la acción social que actuaba desde el movimiento asociativo, pero nuevas realidades están reclamando su intervención en otros campos donde se nota su carencia, sobre todo porque puede desempeñar un rol de cercanía y acompañamiento que difícilmente podrían ejercer otros profesionales. Nos referimos a formar parte de equipos en proyectos de acción con drogodependientes, prostitutas, minorías étnicas, inmigrantes, etc. a través de programas de metadona, disminución del daño, incorporación social, higiene y salud, garantía social,...

Los y las educadoras de calle son, con frecuencia, las únicas personas adultas «significativas» a quienes pueden dirigirse los jóvenes y otros colectivos cuando se encuentran con problemas, situaciones y conflictos difíciles.

Es cierto que cada día se incorporan nuevos Educadores de Calle a equipos de la Administración (ayuntamientos, mancomunidades, etc.), pero cabría destacar que la iniciativa privada todavía tiene dificultades para hacerse con estos profesionales, que acaban siendo el último eslabón en la lista de contrataciones. En algunas asociaciones han desaparecido o se ha reducido los educadores por no contar con los apoyos vía subvención, aún cuando disponían del respaldo social necesario.

Los recursos que ha creado la Administración, por ejemplo para jóvenes, todavía carecen de personal capaz de atender al conjunto de la población en situación de riesgo de una forma estructurada y con permanencia en el tiempo. A veces se pretende atajar el problema con acciones puntuales y, ante distintas manifestaciones del mismo, se anuncian nuevos programas. Esto ocurre en el caso del llamado «botellón», para el que han surgido infinidad de iniciativas en todas las ciudades, más por cuestiones de orden público que de salud, de promoción social o de acciones encaminadas a la prevención integral con la participación de toda la comunidad. Algo simi-lar comienza a ocurrir con la problemática que genera la inmigración.

El Educador de Calle -o Educador en Medio Abierto como se le comenzó a llamar en Francia-, a diferencia de otros profesionales, sale al medio propio donde están los destinatarios de los programas, hace de ese medio abierto su lugar habitual de trabajo, crea relaciones individuales y grupales, se acerca a los que nunca utilizan los recursos, sirve de referencia a unos, optimiza todo el conjunto de dispositivos comunitarios públicos o privados, responde al principio concreto de educarnos en la calle y sirve además de complemento al trabajo de otros técnicos.



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